En
la localidad alcarreña de Imón, a escasos 15 kilometros de la imperial
población de Sigüenza asoma este singular paisaje con una historia muy
interesante que vamos a descubrir gracias a una serie de claves que se van a
descifrar.
En
este asombroso lugar hay unas antiguas salinas que fueron abandonadas el año 1996 de
las cuales se extraía sal para su comercio, hoy en día están declaradas bien de
interés cultural. El inmenso mar de interior que ocupaba toda la provincia de
Guadalajara hace millones de años se fue secando poco a poco hasta llegar a
desaparecer por completo, dejando pequeños lagos salados que al evaporarse originaron grandes depósitos de sal en el subsuelo. Estas “minas” de sal comenzaron
a ser explotadas por pueblos árabes y romanos que fueron aplicando su
tecnología e ingeniería para mejorar los sistemas de extracción, a partir de la
edad media estas salinas toman una mayor importancia gracias al comercio
emergente de la sal, llegando a ser un negocio muy rentable que llegó a permitir
al arzobispo de Sigüenza mandar la construcción de la actual catedral sufragada gracias al beneficio que daban estas salinas y otras similares existentes en las poblaciones de sus alrededores.
El
sistema de extracción era muy básico, las salinas están formadas por una serie
de cuadrados cerrados fabricados en mampostería conocidos como eras, durante
los meses de abril y mayo se inundaban con aguas con alto porcentaje de sal extraídas del río directamente
o de aguas subterráneas mediante pozos, para lo que se utilizaban norias, el agua
se distribuía gracias a unas caceras, quedando llenas totalmente todas las eras
con una profundidad de unos 20-30 cm. Durante los meses de
verano las eras quedaban expuestas al clima cálido y las altas temperaturas, entonces se dejaban que se fueran evaporado quedando la sal en la propia era y
desapareciendo el agua, el siguiente paso consistía en recoger y almacenar la
sal en unos edificios aledaños para que terminase de perder toda el agua quedando preparada para ser
comercializada.
El
paisaje que se ha moldeado debido a este ecosistema salino está muy
influenciado por las características del medio físico que lo rodea y resulta
muy peculiar, más concretamente si tenemos en cuenta su situación geográfica,
ya que resulta más común en zonas costeras en las que es habitual la
acumulación de grandes depósitos de sal que en una zona interior como es este
caso. Las especies de flora halófilas son las más comunes en estas tierras, se
trata de una flora muy singular adaptada a condiciones extremas de salinidad. Tarays,
praderas y juncales de carácter halófilo pueblan los márgenes de esta microreserva.
En este ”Mar de Aral” alcarreño las
aves que se refugian en los cercanos roquedos como el halcón peregrino, el
alimoche o el aguilucho lagunero acuden a las salinas a refrescarse en busca de
pequeños ratones y conejos con el fin de darles caza. La espectacular tonalidad roja o rosa
que adquieren las eras en determinados momentos del ciclo de explotación es debido a la
presencia de microalgas y bacterias ricas en carotenos, otorgando este color
tan peculiar que desde las alturas las podrían hacer confundir salvando las
distancias con el lago rosa de Dakar o el mar caspio, otros ejemplos más populares de aguas
salinizadas. Otra singularidad de este paisaje se da a finales del verano
cuando el nivel de evaporación de agua es máximo y la vega del rio salado a su
paso por las salinas de Imon se torna de un color blanco que resulta espectacular
creando el efecto tan curioso de asemejarse a una nevada en un paisaje estival. La artemia
es un pequeño crustáceo muy común en la actualidad en muchas aguas salinas dada
su gran adaptación a estos medios, sirven de alimento a diferentes aves
limícolas que se alimentan de ellas, creando un ecosistema muy singular.
Este
singular lugar esta englobado dentro del espacio natural “valle y salinas del
salado” incluido en la Red natura 2000 como LIC y ZEPA. Parajes como el macizo de Santriuste o la espectacular
hoz de Sementera son algunos de los lugares más emblemáticos de este magnífico
espacio natural. Las cercanas poblaciones de Atienza o Sigüenza son dignas de visitar por su elevado patrimonio cultural y artístico.
JOSE ANGEL MACHO BARRAGUES. INGENIERO AGRONOMO.
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